Fotografía y texto: Noelia Navarro Gracia
Nuestra exposición se centra en el transcurrir de la vida en la partida masovera de San Juan del Barranco, en Cantavieja (Teruel). Es uno de los mejores ejemplos de hábitat disperso de la comarca del Maestrazgo. Sus masías, escuela y ermita, ahora desabitadas, constituyeron una zona llena de vida y tradiciones ahora en vías de extinción.
Fotografía: Noelia Navarro
Las masías
Las masadas o masías, construcciones muy representativas de la zona, son un símbolo de vida tradicional, así como de una peculiar forma de explotación del entorno y adaptación a sus duras condiciones. Aunque en su mayor parte, están deshabitadas, constituyen un valioso patrimonio cultural de estos pueblos y configuran su paisaje rural relacionando el hombre con el territorio. Encarnan un minucioso aprovechamiento de los recursos y conforman un ejemplo de economía de subsistencia y sostenibilidad, además de una forma de ordenación del territorio. Asimismo, en el paisaje turolense, las masías constituían salpicaduras de familias agrupadas en torno a los elementos básicos de supervivencia, por lo que deben ser contempladas como un conjunto y no de manera aislada.
El mas, la masía, la masada, de una u otro manera, es la raíz primera del espacio territorial del Maestrazgo.
Fotografía: Noelia Navarro
Su historia
No contamos con excavaciones arqueológicas que nos permitan datar con exactitud las masías más antiguas. En el siglo XIII la Orden del Temple facilita este tipo de hábitat disperso por ser una de las formas más eficaces de control del territorio. En 1255 los templarios favorecen la residencia de habitantes en los mansos, aunque éstos tenían la obligación de mantener casa en la villa.
No obstante, aunque el origen se remonte hasta el medievo, la gran mayoría de las masías datan del siglo XIX y principios del XX.
Con la mecanización de las labores agrícolas y ganaderas, que empezaron a reducir la mano de obra que antes realizaban todos los miembros de la familia, comenzó el principio del fin, y con él, los primeros indicios de abandono de este tipo de forma de vida.
La educación de los hijos, así como el resto de las labores realizadas en la masía, también tenía su importancia, porque, aunque también había escuelas en algunos lugares, los chicos y chicas en edad escolar tenían que realizar los desplazamientos andando. Por todo ello, se pasó de ser la mujer la encargada de ir al pueblo a comprar ciertos productos y vender sus excedentes, a ser el hombre el que iba todos los días a trabajar a la masía volviendo a la casa (al pueblo) una vez acabadas sus tareas.
Fotografía: Noelia Navarro